Quizás esto no sea sorprendente. En todos los casos, donde existe una profunda discrepancia entre la imagen mental del cuerpo y el cuerpo físico, los médicos tratan la mente de la persona.
Steven w. Mosher
No hace mucho, el Papa Francisco provocó una controversia en el debate sobre personas llamadas «transexuales».
En una conferencia de prensa, el Papa contó la historia de una persona nacida mujer que, incluso de niña, se sentía como un niño. El Santo Padre describió el caso de un «él» sometido a una cirugía y que luego se casó. Más tarde, «él» escribió al Papa, y acordaron que «él» podía visitarlo “con su esposa» en el Vaticano. Citando las palabras textuales del Papa, “´él´ era una mujer, pero es un hombre” (lui, che era lei, ma è lui).
Me parecieron muy preocupantes las declaraciones del Papa desde que las pronunció por primera vez en 2016 por la imposibilidad biológica de que «él» se estuviera convirtiendo en «ella». Las encuentro aún más ahora, ya que la moda transexual está alcanzando el nivel de una psicosis masiva entre los jóvenes que son casi siempre muy impresionables. Incluso psiquiatras y consejeros, que son los que deberían saber más sobre el tema, están siendo presionados para que simplemente «convaliden» estas decisiones de cambio de vida que van tomando los adolescentes confundidos y expuestos a las presiones de grupo.
«La vida es la vida, y uno debe tomar las cosas como vienen», explicó el Papa en ese momento.
Y al parecer muchas cosas pueden tomarse con esa mutabilidad, excepto el sexo de los bebés. Como todos saben, venimos al mundo con partes claramente masculinas o femeninas. Incluso si esas partes son extirpadas o alteradas posteriormente, a nivel celular, cada célula del cuerpo de todo transexual continúa proclamando su masculinidad (XY) o su feminidad (XX). Bañar el cuerpo en hormonas artificiales puede producir barbas y senos, pero esto no tiene ningún efecto para negar esta verdad biológica subyacente.
Tal vez alguno podría decir que estoy tomando la biología muy en serio. Pero luego me doy cuenta del tremendo peligro en que incurren aquellos que pretenden ignorar la realidad, pues tarde o temprano, serán castigados por ella.
Era un tema pastoral que el Papa se reuniera en privado con «él que era ella», quien claramente tenía una gran necesidad de consejo espiritual. Pero cuando convalida el sexo elegido por este transexual en una conferencia de prensa, el Papa parece indicar que todos los católicos deberían estar dispuestos a participar en este delirio transgénero.
¿Y es que el Papa nos estaba pidiendo eso? Y más allá de las palabras del Papa, ¿Está bien que nosotros debamos participar de ese delirio?
Las fuerzas que insisten en que lo hagamos ciertamente están aumentando rápidamente. Ahora puedes ser expulsado de Twitter por «malinterpretar el género» de alguien. Si lo haces en Gran Bretaña, además la policía irá a buscarte a tu casa bajo sospecha de haber cometido un «delito de odio». Y en Estados Unidos o Canadá no faltará quien quiera enviarte a la cárcel bajo la acusación de que te negaste a aceptar que “él» es quien «ella» dice que es «él».
Mientras que el daño para nosotros puede ser la confusión, aquellos que realmente cambian de género pueden sufrir un daño real aún mayor. Para ellos, en realidad, la “cura puede llegar a ser peor que la enfermedad”. Mucho peor.
Como señaló el psiquiatra Christian Spaemann, “la transexualidad es la causa de un gran sufrimiento, sobre todo para las personas en cuestión, pero también para los miembros de su familia y especialmente para sus hijos. Los cambios hormonales o quirúrgicos … no pueden removerlo por completo [este sufrimiento]. Los estudios muestran que los transexuales, incluso después de la cirugía de reasignación de sexo, tienen una tasa de trastornos psicológicos e intentos de suicidio superiores a la media, y una tasa de suicidio casi veinte veces superior a la media. Además, cada vez hay más casos de personas que solicitan cirugía de reversión «.
Quizás esto no sea sorprendente. En todos los casos, donde existe una profunda discrepancia entre la imagen mental del cuerpo y el cuerpo físico, los médicos tratan la mente de la persona. Solo en el caso de la transexualidad se pretende que el cuerpo físico se ajuste a la concepción de la mente. Es decir, exactamente lo contrario.
Considere el trastorno conocido como Disforia de Identidad de la Integridad Corporal (BIID, sigla de Body Integrity Identity Disorder). Al igual que la disforia de género, los pacientes experimentan un desajuste entre la imagen mental del cuerpo de la persona y la verdadera realidad física. El BIID es frecuentemente asociado con un deseo intenso de quedarse sordo o ciego, o con la amputación de una pierna o un brazo. Brugger y Lenggenhager informan que la persona a veces tiene una sensación de excitación sexual relacionada con el deseo de perder una extremidad o un sentido. El paralelo sexual de esto con la moda actual de los transgéneros es obvio.
Algunos que sufren BIID representan sus fantasías, fingiendo que son amputados. Aunque los casos de auto-amputación real son raros, algunos muestran que intentan dañar la extremidad ofensora tan gravemente que los cirujanos tendrían que amputarla. Observo aquí, sin ninguna pretensión de burla, que si los “transgéneros” tuvieran que recurrir a la auto-amputación para, por ejemplo, deshacerse de un pene o de unos testículos, lo más probable es que reconsiderarían su orientación. Pero en el clima actual, no es ningún problema para ellos conseguir algún “profesional médico” con licencia para hacer dicha amputación.
La gran mayoría de los médicos nunca pretenden «tratar» a un paciente con BIID mediante la amputación de la extremidad ofensiva, o cegando a su paciente, o de alguna manera dejándose llevar por la disforia del paciente. Pero en cambio, cuando se trata de un paciente que sufre disforia de género, tenemos a gran parte del establishment médico del mundo occidental demandando a gritos complacer los deseos de esos pacientes.
Están más que listos para cortar el pene y los testículos de un joven que sufre del delirio de que «él» es realmente «ella». Están más que dispuestos a crear quirúrgicamente un pene artificial, una prótesis, para una mujer joven, que destruye su fertilidad en el proceso, simplemente porque de alguna manera se ha convencido a sí misma de que «ella» es realmente un «él».
No es de extrañar que aquellos que han «hecho la transición» sean mucho más propensos a cometer suicidio. Imagine la decepción de un hombre joven que crea que, simplemente por cortarse sus partes y desarrollar senos inducidos por hormonas, su estado mental mejorará. Luego al descubrir que su desorden mental (la fuente real de su problema) sigue intacto. Su dolor debe ser indescriptible, empeorado por todos los terapeutas, consejeros y médicos quienes lo “acompañaron” en su viaje y “reafirmaron” su elección a embarcarse en este “cambio de vida”.
En lugar de admitir esta realidad, los revolucionarios sexuales actuales insisten en que la verdadera fuente del problema de los transexuales… ¡somos nosotros! Dicen que si solo concediéramos el «reconocimiento social» que merecen los que proclamaban una nueva identidad sexual, todos los problemas de las personas “transgéneros” desaparecerían.
Esto no es más que un intento de derivar la culpa de la infelicidad de quienes sufren de disforia de género a la sociedad en general. La insistencia, ante la amenaza de castigo, de que nunca jamás utilicemos el pronombre incorrecto es la esencia de este esfuerzo.
Algunos dicen que este negocio de «él que era ella» es simplemente una fantasía inofensiva con la que todos deberíamos ser buenos y seguirles la corriente. Estoy en desacuerdo.
Digamos que una mujer se imagina a sí misma como un gato. ¿Sería bueno seguir la fantasía de la mujer-gato con el argumento de que no es perjudicial? Cualquier fantasía de este tipo puede chocar con la realidad en algún momento, ya sea en el ámbito de las limitaciones físicas. Por ejemplo, si ella se lanza al aire, podría hacerse un daño considerable creyendo que un gato siempre cae de pie.
Obviamente, incluso si el terapeuta y los amigos de la mujer-gato la siguen en su fantasía, la mayoría de las personas con las que se encuentre en la vida cotidiana no lo harán. ¿No será esto una fuente de conflicto interno para ella?
No es de extrañar que muchos transexuales lleguen a ver sus vidas como una cruel broma y decidan acabar con ella. La alta tasa de suicidios sugiere por sí sola que tales “transiciones” no deberían ser alentadas. Si se sabe que cualquier otro medicamento, dispositivo o procedimiento médico causan este nivel de daño, de seguro se prohibiría.
Aquellos transexuales que se suicidan no están actuando solos a fin de cuentas. Son víctimas de suicidio asistido. Los «asistentes» serían en este caso, aquellos que los ayudaron, instigándolos, y, sobre todo, “re-afirmando” su “transición”.
Steven W. Mosher es el presidente del Instituto del “Population Research Institute” y autor de “Bully of Asia: Why China´s Dream Is the New Threat to World Order”. Estudió biología humana en la Universidad de Stanford con el famoso genetista Luigi Cavalli-Sforza.
Link de la nota en ingles:
https://www.lifesitenews.com/blogs/transgender-people-are-suffering-and-indulging-their-delusions-will-not-help-them