Rilene, Paul y yo acudimos a Roma para dar nuestro testimonio en una conferencia y evento titulado Living the Truth in Love. Esta conferencia estaba programada dos días antes del inicio del Sínodo, patrocinada conjuntamente por Courage International, Ignatius Press y el Napa Institute como modo de empezar un diálogo sobre la atracción hacia el mismo sexo. [En el evento participaron los cardenales Robert Sarah y George Pell.
Fue una experiencia asombrosa formar parte de algo tan importante. Muchas personas de nuestra cultura piensan que la Iglesia odia a los homosexuales y que es necesario que se adapte a los tiempos. Hay grupos que incluso están presionando a la Iglesia para que cambie su enseñanza. Estos esfuerzos están equivocados y muy lejos de la verdad. Nosotros tres sabemos lo que está en juego porque hemos experimentado la claridad, la paz y el verdadero sentido de pertenencia que sólo puede provenir de Dios. Y todo esto lo hemos entendido a través de las enseñanzas de nuestra hermosa fe católica.
Dos películas que hay que ver
Rilene, Paul y Dan y sus historias forman parte de la película Desire of the Everlasting Hills [El deseo de los collados eternos] (pincha aquí para verla con subtítulos en español) producida por Courage International. Debido a que Dan no podía participar en la conferencia de Roma por motivos laborales, me pidieron ir en su lugar. Mi testimonio puede verse en otra película: The Third Way: Homosexuality and the Catholic Church [La Tercera Vía: la homosexualidad y la Iglesia católica], producida por Blackstone Films.
En primer término y única mujer, Rilene. Detrás, a la izquierda, David Prosen (autor de este artículo), y en el centro, Paul. Rilene, Paul y Dan (quien no pudo acudir a Roma) son los protagonistas del documental El deseo de los collados eternos. Pincha aquí para conocer su historia.
Nosotros cuatro representamos una parte de ese gran número de hombres y mujeres que han recibido la esperanza, la paz y la alegría de Dios en la Iglesia Católica. En un determinado momento de nuestras vidas, muchos estuvimos enfadados con Él y no entendíamos las enseñanzas de la Iglesia. Sin embargo, con el tiempo, en medio de nuestra ira, confusión y fracturas, nos volvimos a Dios; el resultado fue que Dios nos alimentó a través de los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía.
Hubo además muchos otros tesoros de nuestra fe que nos ayudaron, como rezar el rosario, la adoración ante el Santísimo, devociones como la de la Divina Gracia y la participación en los encuentros de Courage International. Sus miembros saben que este camino no lo hacen solos.
Nuestra identidad no consiste en nuestra atracción sexual
Yo me sentía muy triste viviendo en el ambiente gay. Sentía soledad, depresión y un desesperado deseo de ser amado. Sólo quería ser amado y odiaba la persona en la que me había convertido. Cuando encontré a Dios, encontré la esperanza. Encontré la paz y encontré un amor verdadero, auténtico. Supe que Él me amaba de verdad, que le gustaba a pesar de mis imperfecciones o errores. Siempre me había amado totalmente, hasta el punto de que murió por ti y por mí.
Dejadme que añada algunos datos importantes para tener una visión más amplia. Nunca me sentí un hombre viviendo en la cultura gay. De hecho, no sabía quién era; sabía sólo que era gay. No me veía como una mujer, pero tampoco pensaba que fuera un hombre. Entonces me vestía como un «macho» con la esperanza de ser rescatado por un hombre muy masculino que me amara incondicionalmente. Pues bien, sucedió, pero no del modo como yo pensaba. Jesús es el hombre fuerte y masculino que me rescató.
A través de los sacramentos de nuestra fe, a través de Courage International, a través de amistades masculinas y mucho más, me mostró que yo también soy un hombre masculino y que mi identidad tenía que buscarla en Cristo. Nuestra identidad no se define por hacia quién estamos atraídos sexualmente.
Se corren riesgos
“El hombre ocupa un lugar único en la creación: (I) está hecho ‘a imagen de Dios’; (II) en su propia naturaleza une el mundo espiritual y el mundo material; (III) es creado ‘hombre y mujer’; (IV) Dios lo estableció en la amistad con él” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 355). El Catecismo deja claro qué identidad se encuentra en el hombre: nosotros estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Esta es nuestra verdadera identidad.
Todo esto no es ajeno a mi decisión de participar en la conferencia de Courage International en Roma. No podía evitar preocuparme por la confusión que había visto durante todo el año pasado, generada por el sínodo extraordinario, o por lo que podía ocurrir en el futuro. ¿Qué decidirá el sínodo y cómo nos afectará? ¿Y cómo responderá la élite cultural y de los medios de comunicación a lo que pueda ocurrir?
Durante nuestra estancia en Roma, Rilene, Paul y yo tuvimos muchas conversaciones interesantes y fructíferas. Nos apoyamos entre nosotros porque cuando nos levantamos y contamos nuestras historias, o escribimos artículos o damos testimonio, Rilene, Paul, Dan y yo (y muchos otros) corremos muchos riesgos: la gente no tiene miedo de demostrar su desacuerdo nosotros y a veces llegan incluso a insultarnos.
La verdad es parte del amor
Cuando la hostilidad del público lleva a la ruptura, el diálogo se detiene porque la gente deja de escuchar. La confusión resultante tiene efectos muy dañinos: algunas de las personas que aceptan la enseñanza de la Iglesia son acusadas de intolerancia y pierden sus empleos. Otros proclaman a voz en grito que la Iglesia debe cambiar. Otros, en cambio, abrazan el pensamiento LGBT y creen que Dios los hizo de este modo, mientras siguen declarando que viven una vida católica y casta. Este es sólo un pequeño ejemplo de la confusión que acarrea el hecho de que la Iglesia sea incapaz de fermentar la cultura con su enseñanza.
Dije sí a Roma a causa de la confusión. Es extremamente importante apoyar la verdad y testimoniar el verdadero amor que encontramos en Jesucristo. La verdad es parte del amor, no puede separarse de él; ambos existen juntos. Y a través de esta existencia, la esperanza, la paz y la alegría empiezan a crecer.
A trece filas del Papa
Algo absolutamente maravilloso e inspirador sucedió durante mi última noche en Roma. Uno de nuestros nuevos amigos de Europa se ofreció llevarnos al Vaticano para una oración convocada por el Papa Francisco en ocasión del sínodo que tenía que empezar la mañana siguiente.
Llegamos a la Plaza San Pedro y nos encontramos con un lugar desbordado por la multitud. Nuestro nuevo amigo se dirigió al primer puesto de control de policía y habló con algunos hombres con audífonos. Le seguí y un guardia suizo me detuvo. Nuestro amigo nos dijo que le esperáramos. Volvió y nos dijo que le siguiéramos. Paul, Rilene y yo empezamos a sentirnos muy emocionados mientras pasamos el primer control de la Guardia Suiza para llegar a otro control. De nuevo, nuestro amigo nos dijo que esperáramos mientras hablaba con los hombres que estaban cerca de los guardias. Nos sentimos asombrados cuando nos dijeron que siguiéramos adelante. Esta situación continuó y pasamos varios controles hasta que nos vimos en la plataforma que servía de escenario. Nos sentamos a trece filas de distancia de la silla papal.
¿Cómo fue posible? Los tres pensamos que nuestro nuevo amigo tenía buenos contactos. Pero entonces él nos contó cómo habíamos acabado en esos sitios: había contado a todos los hombres en cada puesto de control que éramos miembros de Courage y que para nosotros era muy importante estar allí, cerca del Papa.
¡Increíble! ¡Y nos dejaron pasar! Uno de los hombres de los puestos de control incluso dijo: «No estoy seguro de lo que es eso, pero suena importante… pasen«. ¡Increíble!
Dios no nos deja solos cuando le decimos «sí»
En medio de toda la excitación, mientras rezábamos en silencio y esperábamos al Papa, yo reflexionaba sobre lo que acababa de suceder. Había sido la palabra «courage» [valentía, coraje] la que nos había hecho subir hasta la plataforma cerca del escenario, muy cerca del Papa Francisco. Era un bonito regalo de Dios. Él había concedido la gracia a los hombres de cada puesto de control (y en especial al que no sabía lo que era Courage), motivando sus corazones para que nos dejaran pasar. Era como si Dios hubiera dicho: «No tengas miedo», «ahora es caótico, pero irá todo bien», «sigue adelante con valentía».
Este mensaje no era sólo para nosotros cuatro, en la Plaza de San Pedro. Es para cada uno de nosotros. No debemos permitir que nuestro miedo y nuestras preocupaciones nos detengan. Dios controla todo, todo irá bien, incluso cuando parece que no hay esperanza. La esperanza existe siempre. Todos estamos llamados a decir «sí» a Dios. No siempre es fácil; de hecho, raramente lo es. Pero no se nos pide hacerlo solos. Él nos cuida cuando le damos nuestro «sí».
San Juan Pablo II dijo una vez sobre Courage International: «Courage está llevando a cabo la obra de Dios». Courage International se esfuerza por seguir adelante, proclamando la belleza y la esperanza de la enseñanza de nuestra Iglesia. Proclama que la castidad no sólo es posible, sino que puede dar más significado, más paz y más alegría a nuestra vidas cuando la abrazamos y la mantenemos. Lo he experimentado personalmente y he visto sus frutos en muchos miembros de Courage. Ahora que ya estoy de vuelta en los Estados Unidos, reflexiono sobre nuestra experiencia llena de gracia con el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro y la considero como una confirmación personal de que Courage International está sin duda alguna «llevando a cabo la obra de Dios».
(Publicado en Crisis Magazine, traducción del inglés de Helena Faccia Serrano, diócesis de Alcalá de Henares)