El diario ABC ha publicado en las últimas horas, como muestra de lo que la Ley Trans de Podemos pretende, la historia de un hombre y una mujer que se identifican con el sexo contrario y que juntos van a ser padres de un bebé. Ya en otras ocasiones han sido objeto de atención mediática por parte de otros medios como El País o El Español.
Los tres medios, que no comparten en principio línea editorial, asumen prácticamente al unísono la teoría queer que somete la realidad biológica de las personas a la identificación o al deseo expresado que la contradice.
«Esther nació niña y ahora es un hombre», señala ABC. El Español, por su parte, asegura que habla «con un hombre embarazado y la mujer que lo inseminó», para luego afirma que ‘Juani’ («la mujer que lo inseminó») le abraza y besa». El País es quien menos líos se hace por hacer más seguidismo de la teoría queer: habla en femenino de quien se hace llamar Juani desde hace unos pocos meses y señala que «el gran cambio en su vida fue decidirse a salir del armario o transicionar«; pero que es genéticamente hombre ni lo mencionan.
En atención a la Biología, nos referiremos a estas personas por la característica genética que identifica cada célula de sus cuerpos. Y en atención a lo explicado por la Real Academia Española en reiteradas ocasiones, utilizaremos el género gramatical neutro, cuya forma coincide con el género gramatical masculino cuando nos refiramos a ambos.
En todo caso, por mucho que se empeñen, ni uno ha dejado de ser hombre, ni la otra ha dejado de ser mujer, si se atiende al prestigioso Manual Merk de Diagnóstico y Terapia (MDS) que, en su versión para el público en general, explica con claridad meridiana el funcionamiento del par de cromosomas que determina el sexo de cada ser humano desde el momento de la concepción:
El par de cromosomas sexuales determina si un feto será masculino o femenino. Los masculinos tienen un cromosoma X y un cromosoma Y. El cromosoma X del varón procede de la madre y el cromosoma Y procede del padre. Las hembras tienen dos cromosomas X, uno de la madre y otro del padre.
El Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano de los Estados Unidos, por su parte, señala sobre los cromosomas sexuales:
Un cromosoma sexual es un tipo de cromosoma que participa en la determinación del sexo. Los seres humanos y la mayoría de los otros mamíferos tiene dos cromosomas sexuales, el X y el Y. Las hembras tienen dos cromosomas X en sus células somáticas, mientras que los machos tienen un X y un Y. Todos los óvulos, sin embargo, contienen solo un cromosoma X, mientras que los espermatozoides pueden contener un cromosoma X o uno Y. Esta disposición significa que es el macho el que determina el sexo de la descendencia cuando se produce la fertilización.
En la ciencia no hay ni rastro del «sexo asignado al nacer», ni de la «autodeterminación de género», ni de ninguno de los habituales axiomas propalados desde los grupos de presión LGTBI -que sólo se representan a sí mismos- o desde el Ministerio de Igualdad en manos de Irene Montero, mujer y madre de tres seres humanos con su indubitado sexo genético.
Aún más, si llegaran a fallecer en extrañas circunstancias, los forenses se verían en la necesidad de determinar el sexo de cada uno de sus cuerpos y lo harían a través de diversos métodos: analizando los rasgos sexuales dismórficos (específicos de hombres y mujeres), si es posible; midiendo los restos óseos, identificando el sexo a partir de datos estadísticos sobre las diferencias entre hombres y mujeres; en el caso de que se hallaran los cadáveres en semi-descomposición, ayudarían a este fin las radiografías digitales, la tomografía computerizada o las resonancias magnéticas, entre otros métodos.
Y si por desgracia el estado de los cuerpos no permitiera utilizar estos métodos, siempre se podría recurrir a la identificación por ADN. Lo cierto es que un poco de piel, un trozo de uña o cualquier material biológico adecuado para obtener una muestra genética suficiente revelarán lo que es innegable, por mucho que lo diga un lobby, una ley o un ministerio. Esther, que se define como un hombre «embarazado» que responde al nombre de Néstor, sigue siendo una mujer.
«Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva. Que no te engañen». ¿Recuerdan?