Por Steven W. Mosher
Después de un comienzo algo lento, el equipo legal de Trump está ahora viento en popa y a toda marcha, rumbo a demostrar que las elecciones del 3 de noviembre fueron realmente ganadas por su patrocinado.
En Pensilvania, una juez valiente ha detenido la certificación del resultado final de las elecciones en ese estado mientras se evalúa la evidencia de fraude. Una pregunta que seguramente hará al Secretario de Estado Demócrata va a ser: Si sólo se solicitaron 1,8 millones de votos, ¿cómo es posible que usted recibiera 2,5 millones de vuelta por correo?
En Wisconsin, otro juez está revisando una solicitud para desechar 150.000 votos potencialmente fraudulentos. Este esfuerzo es liderado por Phil Kline del Amistad Project (Proyecto Amistad). Los pro-vida recordarán los esfuerzos por años del entonces Fiscal General Kline para denunciar los abortos tardíos y procesar a Planned Parenthood en ese estado hace algunos años.
En Georgia y Michigan, la fiscal favorita de Estados Unidos, Sidney Powell ha desatado al Kraken. Sus dos demandas de más de 100 páginas están llenas de ejemplos impactantes de fraude electoral, y tienen una plétora de declaraciones juradas como anexos.
Aquí algunos de mis «favoritos»:
- En Georgia se solicitaron y contaron al menos 96.600 votos en ausencia, pero no hay constancia de que los votantes los devolvieran a las juntas electorales de los condados. ¿Fueron simplemente fabricados por agentes demócratas?
- Nuevamente en Georgia, «Las 900 papeletas de militares en el condado de Fulton fueron 100% para Joe Biden». Trate de lanzar una moneda y que salga «cara» 900 veces seguidas.
- En Detroit, hubo más votos emitidos que personas en edad de votar. Además, testigos presenciales informan que a los encargados de contar los votos se les instruyó para «adelantar la fecha» de las boletas de los ausentes, y que también estaban «sobrescribiendo» los votos para Trump y convertirlos en votos para Biden.
En Nevada, un juez ha autorizado al equipo de Trump para que presente evidencia de fraude electoral generalizado en una audiencia del 3 de diciembre. Se incluirá la evidencia de 13.372 «votantes fantasma» que no sabían su cumpleaños o incluso su sexo cuando se registraron, y en muchos casos registraron como domicilio unas direcciones que más bien corresponden a casinos y parques de casas rodantes. Definitivamente datos muy cuestionables.
Y finalmente, sobre el fraude electoral electrónico, la demanda de Powell en Giorgia cita a uno de los principales expertos en ciberseguridad de Estados Unidos:
El experto Navid Keshavarez-Nia explica que los servicios de inteligencia estadounidenses habían desarrollado herramientas para infiltrarse en los sistemas de votación extranjeros, incluido Dominion. Afirma que el software de Dominion es vulnerable a la manipulación de datos por medios no autorizados y permite que los datos electorales se alteren en todos los estados clave para el resultado. Concluye que cientos de miles de votos emitidos para el presidente Trump en las elecciones generales de 2020 fueron transferidos al ex vicepresidente Biden. (Prueba 26).
Todo esto significa que la farsa postelectoral de que ganó el candidato demócrata está a punto de ser barrida por un tsunami masivo de evidencia de fraude electoral. Me temo que grandes sectores de la población de Estados Unidos van a estar desprevenidos, sin embargo, cuando los resultados en los estados clave empiecen a dar la vuelta.
La razón es que la censura ha descendido sobre los Estados Unidos como una cortina de hierro. Los medios de comunicación, Twitter y Facebook están haciendo todo lo posible para mantener a los estadounidenses en la oscuridad sobre la corrupción y la controversia. Como el propio Trump ha señalado, «La Big Tech y los Fake News de los medios se han asociado para cancelarnos».
Aun así, dos tercios de los estadounidenses ahora dicen que quieren saber todo con respecto al fraude.
Hay algo en las acciones del «Presidente electo» Biden que no concuerda con la realidad. Él continúa anunciando miembros de su gabinete, y los medios de comunicación principales informan de cada uno de sus movimientos, pero cada vez menos personas parecen estar prestándole atención. Su discurso de Acción de Gracias fue visto por sólo 1.000 personas, algo bastante insignificante para quien recibiera 80 millones de votos según los medios de comunicación.
Incluso su propia «Vicepresidenta electa», Kamala Harris, aún no ha renunciado a su escaño en el Senado, lo que no es el comportamiento de alguien que cree que, el próximo 20 de enero, prestará juramento como vicepresidenta.
A pesar de la evidencia desbordante de fraude tanto de Hi-Tech como de Low-Tech, todavía hay algunos republicanos aconsejando reconocer la derrota. Mitt Romney, no es sorprendente, fue uno de los primeros. Ben Sasse y un par de otros le han seguido, diciéndole al presidente que simplemente debería irse sin pelear. (Será interesante saber si tienen alguna conexión con Dominion Voting Systems).
Todo el mundo tiene que entender, incluso si un par de senadores no lo hacen, que no hay forma de alejarse de esta lucha. Esto no se trata sólo de las elecciones del 2020. El fraude electoral electrónico comenzó poco después de que Obama asumiera el cargo, y ha estado ocurriendo desde hace una década.
Sabemos que, al menos en 2012, Trump era consciente de ello. De hecho, poco después de las elecciones del 3 de noviembre de ese año, tuiteó una advertencia a Mitt Romney de que se estaban utilizando máquinas de votación electrónica para cometer fraude electoral. Romney decidió no disputar los resultados, sin embargo, y rápidamente reconoció a Obama como ganador.
Donald Trump, como todo el mundo sabe ahora, está hecho de una madera más dura. En casi todos los discursos previos a las elecciones de este año, advirtió sobre los peligros de las papeletas por correo y la posibilidad de un fraude masivo de votantes. También insinuó que él y su equipo estarían observando, y ha venido diciendo en repetidas ocasiones: «¡Los tenemos a todos!» y «¡Lo tenemos todo!».
¿Estaba hablando de monitorear electrónicamente los resultados de las elecciones en tiempo real, o al menos tener acceso a servidores que sí lo tuvieran? Esperemos que sí, porque ya no se trata de una sola carrera presidencial. Se trata de la supervivencia de Estados Unidos de América como república constitucional.
Si la cúpula izquierdista detrás del actual atraco electoral tuviera éxito, solo animaría a sus miembros a engañar aún más descaradamente la próxima vez. Una pequeña oligarquía estaría efectivamente a cargo de EE.UU., la Constitución se convertiría en letra muerta, y el gobierno por medio de leyes en lugar del estado de derecho se convertiría en el orden del día.
En su discurso inaugural, el presidente Ronald Reagan recordó a los estadounidenses que «la libertad nunca está a más de una generación de la extinción». Su advertencia tiene una resonancia sorprendente hoy. Enfrentamos una amenaza única de alta tecnología a nuestras elecciones tanto desde dentro como desde fuera de Estados Unidos.
Debemos orar para que Trump no sólo sea reelegido, sino que «los tenga a todos.» Y luego debemos aprobar estándares electorales nacionales integrales para asegurar elecciones libres y justas en el futuro, incluso en ciudades corruptas dirigidas por demócratas como Filadelfia.
Si ahora no curamos nuestro cuerpo político del veneno que lo ha infectado, corremos el riesgo, como advirtió el presidente Reagan, de que «pasaremos nuestros años de atardecer diciéndoles a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos cómo alguna vez fue Estados Unidos cuando los hombres eran libres”.
Steven W. Mosher es Presidente de Population Research Institute y autor de Bully of Asia: Why China’s Dream is the New Threat to World Order